Hace unos años, ya en la carrera, descubrí que las náyades no viven sólo en la mitología griega, como ninfas de agua dulce, sino que existen en realidad, aunque cada vez menos.
Náyade es el nombre que reciben varias especies de los moluscos de agua dulce que alcanzan un mayor tamaño. Hoy vamos a hablar de la Náyade auriculada (Margaritifera auricularia), un molusco que, tras haber existido en gran parte del oeste europeo, hoy se encuentra reducida a pequeñas poblaciones en España y Francia. De hecho, es más larga la lista de los documentos en los que figura como amenazada y protegida que la de los lugares que ocupa. El último movimiento administrativo tuvo lugar en el mes de marzo de 2017, cuando el Ministerio de Agricultura, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente la incluyó, junto con otras 6 especies, en la categoría de peligro crítico. Pero para comprender el porqué de esta situación, vamos a conocer algo más de la náyade.
Hemos dicho que es un molusco, pero no habíamos concretado que es un bivalvo. Por ello también se le denomina almeja de río. Tiene unas valvas negras que pueden llegar a alcanzar los 17 cm de longitud, eso sí, tras completar un ciclo de desarrollo un tanto 'original'.
Una vez producida la fecundación (en invierno), los embriones se desarrollan al principio en las branquias de la madre, hasta que son liberadas las larvas denominadas gloquidios. Éstas, de tamaño minúsculo, se alojan en las branquias de un pez, que formará un quiste a su alrededor, donde el individuo se desarrollará para liberarse en estado juvenil, aún muy pequeño, al fondo, para convertirse finalmente en un adulto que puede superar los 60 años de vida. Aunque cada hembra puede llegar a liberar un millón de larvas, en los últimos años apenas se han encontrado individuos jóvenes en el Ebro, el único río de nuestro país donde aún resiste la náyade. ¿Cómo es esto posible?
Uno de los motivos del declive de la especie es que las larvas no se desarrollan en cualquier pez, sino que eligen unas especies determinadas. En el caso de la náyade auriculada, selecciona principalmente el esturión y el blenio de río. Ambas son especies que han visto sus poblaciones drásticamente mermadas en el Ebro, estando el esturión extinguido y el blenio en peligro de extinción. ¿Y cuáles son las causas de la esta situación? Podemos resumirlas en dos:
La intervención en los ríos: Los dragados, la construcción de embalses y los desagües limitan el movimiento de los peces en el curso del río, haciendo en ocasiones mucho más difícil el encuentro entre los ya de por sí escasos nadadores y las pocas náyades que sobreviven.
Las especies exóticas: ya hemos visto ejemplos del daño que pueden causar especies invasoras en el caso de los galápagos. Son especies que por adaptarse bien y tener una mayor efectividad alimentándose y/o reproduciéndose, le ganan la partida a las especies autóctonas. En este caso parece que la náyade ha salvado ligeramente este obstáculo creciendo también en las agallas de la gambusia, una especie introducida.
Estas condiciones extraordinarias han hecho que la cría en cautividad cobre una gran importancia para poder mantener las poblaciones y reforzarlas mediante reintroducciones. Actualmente ya se ha conseguido llegar a tener juveniles de 3 años. Un problema nuevo que se ha observado con la cría ha sido la baja fertilidad de la náyade (éramos pocos…), probablemente debida a la contaminación del agua y a especies exóticas como el mejillón tigre, que en este caso compiten directamente con la auriculada.
Es un símbolo de buena calidad del agua, lo que hace que su extinción deje carta blanca para cargarnos del todo los ríos. Muy abundante en el Ebro a principios del siglo XX, la náyade se creyó extinta hasta que en los ochenta se volvió a localizar. Nos ha demostrado que no se rinde, pero le será más fácil mantenerse si le echamos una mano para que los ríos sigan teniendo a sus ninfas guardianas.
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