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Foto del escritorBárbara AR

La abuela de nuestros Parques

Esa es Ordesa y Monte perdido. Póngase como abuela simplemente porque el nombre es femenino, siendo el yayo Picos de Europa. ¿Por qué esta curiosa distinción? Porque ambos pasan ya de los 100 años, una edad que supone siempre muchas experiencias y, tratándose de zonas protegidas, una buena garantía de conservación de lo que en ellas habita.

En esta entrada me gustaría entremezclar mis sensaciones al visitar este lugar con explicaciones más concretas de lo que en ella puede verse.


Zona de gigantes

Lo primero que encontré fue que aún quedaba una gran cantidad de nieve a finales de mayo; de hecho, había nevado unos días antes y, ya en junio, volvieron a cubrirse algo las cumbres que ya estaban limpias. No es realmente de extrañar, ya que hablamos de una zona donde la mayoría de los picos pasan de los dos mil metros y unos cuantos de los tres mil, con el Aneto coronando el Pirineo. De hecho, el Aneto es la segunda mayor altitud de la Península Ibérica, pero el pico Posets (que da nombre a un Parque Natural en el Valle de Benasque) con 3.371 m y Monte Perdido, con 3.355 m, cierran el top 6 de las alturas en España.

A pesar de que también los valles parten de una altura superior a los 1.100 metros, la orografía de la zona hace resaltar especialmente las montañas: grandes paredes rocosas protegen la zona más alta de todas ellas, a modo de empalizada natural de un poblado gigantesco.

Teniendo que sortear esas defensas naturales, los saltos de agua provenientes del deshielo son igualmente gigantes. El más emblemático es la Cola de Caballo, que cierra el valle de Ordesa pero, un poco más arriba, en el insólito paisaje que rodea al refugio de Góriz, encontramos otros saltos menos accesibles y con desniveles impactantes. Aunque probablemente la estrella de los que más fácilmente se puede visitar (con el permiso del enorme Gavarnie, al otro lado de la frontera, insuperable con sus 423 metros de caída) sea el que podemos ver en el Valle de Pineta, al este de Monte Perdido. Ahí nos encontramos con las Cascadas del Cinca, el río que baña el valle que cierra Aínsa por el sur y que tiene, como todos los ríos pirenaicos, un color turquesa en sus agua que asombra a los que no somos de la zona. Dichas cascadas tienen una clara protagonista con 60 metros de altura y que merece totalmente hacer la senda que conduce a sus pies.


Una de las caídas de agua que podemos ver recorriendo el largo valle, rodeada por el bosque de hayas (Fagus sylvatica) que contrastan con el verde oscuro de los abetos (Abies alba)
Valle de Ordesa

Refugio de muchos

No es que me refiera a los refugios habilitados como tal para dar descanso a los montañeros en sus travesías (que, por cierto, poco tienen que ver con los refugios a los que estamos acostumbrados en este piquito de León), sino a que los lugares tan escarpados, inmensos y diversos dan cabida a mucha flora y fauna difícil de observar en otros lugares. Si hablamos de bichitos, uno de los más llamativos sin duda es la marmota alpina (Marmota marmota), un amable acompañante de los montañeros que se puede observar fácilmente en horas del día en las que no apriete mucho el calor durante la primavera. Sus juegos y carreras entre las rocas de las praderas alpinas captan muchas miradas. Pues bien, siendo la estrella (o una de las estrellas) del Parque, resulta que no llevan mucho tiempo en él. De hecho, desde su declaración como Parque Nacional en 1918 pasaron unos cuantos años hasta que empezó a asomar la cabeza y la inquieta cola por allí. Y es que las marmotas alpinas desaparecieron hace 15.000 años, tras el retroceso del glaciar, quedando únicamente en dos núcleos en Europa. De ellos fueron reintroducidas a los Pirineos franceses en 1948, según algunas fuentes por cazadores para que el águila real desviase su atención de otro de los símbolos del Parque por excelencia: los sarrios o rebecos (Rupicapra rupicapra pyrenaica). Tampoco es difícil ver a estos inquietos y saltarines animales (de hecho yo los vi en la práctica totalidad de las salidas de campo), aunque con lo escarpado del terreno, no es extraño que estén en su salsa.

El último animal representativo de Ordesa y Monteperdido, aunque en mi caso apareció más en los paneles que en el cielo, es el quebrantahuesos (Gypaetus barbatus), el gigante que parece llevar pantalones y que utiliza sus casi tres metros de envergadura para ascender y lanzar huesos contra rocas para partirlos cuando éstos se le resisten a la hora de alimentarse. Si hablamos de distancias lejanas, y para gente no muy ducha en el reconocimiento de rapaces como una servidora, puede resultar más difícil reconocerlo. Por suerte cuenta con un elemento bastante reconocible: si os sobrevuela una enorme ave con la cola en forma de rombo, poneos a cubierto no os vaya a caer un fémur en la cabeza.

Toda esta fauna convive entre grandes praderas y bosques que son, en su mayoría, hayedos-abetales que dejan unos pintorescos contrastes de verdes en las paredes de estos gigantes valles.


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