Descubriendo a Dory
- Bárbara AR
- 30 ene 2019
- 3 Min. de lectura
En el post de hoy he querido hacer un crossover (que están ahora tan de moda) entre dos de las cosas que más me gustan: la biología y el cine. Y es que las películas pueden ser una herramienta estupenda para enseñar y transmitir ideas y conocimientos al mundo, con la responsabilidad que eso conlleva. Retrocedamos quince años: en 2003 Disney estrena Buscando a Nemo, una película de animación que pone en primer plano a dos personajes: Nemo (el pez payaso) y Dory (la olvidadiza). Es de esta última de la que vamos a hablar hoy y conocer cosas que no se dicen en la película.

Cómo es y cómo vive Dory
Creo que lo correcto es empezar por la presentación: no todos los peces como Dory se llaman Dory, aunque tras la película este nombre ya figura entre las formas comunes de denominarlo. Pero su nombre a.n. (antes de Nemo) era pez cirujano (Paracanthurus hepatus), una especie que habita en arrecifes de coral del Océano Índico y el Pacífico oeste. Tiene un cuerpo plano y elíptico en el que predomina un llamativo color azul, cuya intensidad (que pueden regular, siendo normalmente menor por la noche) se debe a dos capas de células que contienen cristales situadas bajo la epidermis, denominadas iridióforos. Al azul se suman el amarillo de aletas y cola, y un azul oscuro que, partiendo del ojo, se vuelve negro a medida que se acerca a la cola. Tiene un tamaño que podría considerarse mediano, de entre 25 y 30cm de longitud de media. Se alimentan principalmente de algas y zooplancton (pequeños animales que se encuentran suspendidos en el agua).
Las hembras desovan una vez al mes mientras la temperatura es idónea en el agua, pudiendo llegar a hacerlo todos los meses del año en algunas zonas. Para la reproducción, machos y hembras (distinguibles por el tamaño, siendo el macho algo mayor), forman grandes grupos y se produce una fecundación externa, es decir, las hembras liberan los huevos que son cubiertos por el esperma del macho en el agua.
La situación real de Dory
Aunque siempre me gusta conocer detalles de la biología de los animales (y darlos), creo que en este caso la ‘chicha’ está en otra parte. Volviendo a lo que decía al principio, tras la salida de la película se habló mucho del impacto que podía suponer la misma para el pez payaso y el pez cirujano, teniendo en cuenta que ambos son peces de acuario y que por lo tanto se pueden comprar. Lo cierto es que las especulaciones iban en la dirección de que la demanda iba a aumentar tanto que iba a esquilmar las dos especies. Pero me he encontrado con que esto no es así. Ambas especies se encontraban entre las diez más exportadas a Estados Unidos como peces de acuario ya antes de 2002, por lo tanto antes de la película. De hecho, un estudio ha recogido que la demanda bajó en 2004 hasta un 25% respecto al año 2000. Buenas noticias, ¿no? Tal vez la idea de libertad en el océano de los protagonistas caló en la sociedad igual que el conocimiento de las especies. Lo cierto es que ambas se encuentran catalogadas como de Preocupación menor por la UICN, lo que indica que los datos existentes no hacen pensar que corran peligro de desaparecer. Eso no quita que tengan amenazas.
Los peces cirujano no se crían con facilidad, lo que hace que prácticamente la totalidad de ejemplares provengan de un estado en libertad. Los mayores exportadores de estos peces, y de otros animales de acuario que suelen estar asociados a los arrecifes, son del Sureste asiático, donde está extendida una práctica ilegal de pesca: la pesca con cianuro. El cianuro atonta a los peces y estos lo eliminan deprisa, siendo indetectable en los animales. Pero el daño colateral son los pólipos y las algas de los arrecifes, que mueren ante esta sustancia. Es decir, el cianuro no mata directamente a los peces, pero les deja sin lugar donde vivir. Esto, sumado al aumento de las temperaturas por el cambio climático, pone en peligro la continuidad de Dory en el océano y en nuestro acuario.
¿Qué podemos hacer?
Tal vez la mejor opción sea intentar adquirir sólo especies que se puedan criar en cautividad, asegurando así la integridad de los animales en libertad y de sus hábitats. Pero también es innegable que el comercio de estas especies está permitido, y que por lo tanto sí se puede comprar para tener en casa. Lo ideal sería poder asegurarse del origen del animal y la forma de la que fue pescado, pero como esto es imposible de garantizar, queda en la conciencia de cada uno valorar si merece la pena verlo en el acuario cada día a riesgo de su hogar se vea perjudicado.
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