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Be water

  • Foto del escritor: Bárbara AR
    Bárbara AR
  • 20 mar 2019
  • 3 Min. de lectura

Otra fecha para apuntar en el calendario: el 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua, aunque como en casi todas las cosas que se conmemoran, todos los días deberían ser su día. Este día fue establecido en 1992 por las Naciones Unidas, celebrándose por primera vez el año siguiente. El objetivo con el que se estableció es poner atención en el agua dulce del planeta y todos los problemas que le afectan. 26 años después del acuerdo de este día, no podemos decir que la situación esté mejor: noticias prácticamente diarias están relacionadas con el agua. En un día como hoy se espera que se aprendan cosas acerca del estado actual del agua para concienciar e implicar a la gente en la solución a los problemas. Es por ello que hoy traigo casos a la orden del día que son un reflejo de los desafíos a los que se enfrenta el recurso de nuestra vida.


La sequía


El tiempo es un tema recurrente en cualquier situación, hoy más que nunca. En 2017 comenzamos con las noticias acerca de la contaminación en las grandes ciudades, especialmente en Madrid, que obligó a activar protocolos restrictivos en cuanto a la circulación de vehículos. Dejando a un lado que el primer problema de la formación de esas boinas son efectivamente, las emisiones de hogares y coches, lo que impidió que se limpiase el cielo de la capital fue el largo periodo de tiempo sin lluvia. Esta falta de precipitaciones se extendió por todo la península, provocando una terrible oleada de incendios especialmente dañinos en el mes de octubre, un mes en el que normalmente ya no se esperan. Estos fuegos se cobraron vidas humanas, animales y miles de hectáreas de monte. El diez de octubre, por ejemplo, estábamos en una semana en la que la máxima precipitación del país no había llegado ni a medio litro por metro cuadrado en Coruña. Esa misma semana, la reserva nacional estaba 12 puntos por debajo de los valores de la misma semana el año anterior. Embalses de gran capacidad como el de Barrios de Luna, en la provincia de León, llegaron a alcanzar unos valores de tan sólo el 4% de su capacidad.


Lo contrario


Tarde, pero la lluvia llegó finalmente, y ahora parece que no para. La serie de borrascas y temporales que pasaron a lo largo de ese invierno por el norte hicieron que algunos embalses pasen de registrar mínimos a tener que desembalsar. Pero en el sur de España esta crecida de agua fue tan repentina que ha anegado pueblos y carreteras, echando a perder cosechas y arrastrando consigo la vida de dos personas. Estamos de pronto en el lado opuesto de una moneda trucada que sólo tiene cruces. Los fenómenos extremos son consecuencia del cambio climático, y los expertos advierten de que estos contrastes pasarán a ser la tónica habitual. Por lo tanto, para poder disfrutar del agua sin su peligro, tenemos que comenzar por una buena gestión tanto de ella como de nuestra forma de vida.


Lo que echamos al agua


Como ya hemos podido ver en entradas antiguas como la referida a la náyade, la mayoría de los problemas que tiene el agua es por lo que recibe, no por el agua en sí. Como si hubiese un cartel de 'vertedero' a lo largo de las orillas, desgraciadamente no es extraño encontrar todo tipo de desechos, desde plásticos hasta colchones o electrodomésticos, sumando a esto todos los vertidos procedentes de industria y agricultura. Dragados, drenados, construcción de presas... toda acción que además afecta a la biodiversidad del agua, nos afecta a nosotros, reduciendo poblaciones de especies comestibles o esquilmando otras que filtran el agua y amortiguan nuestros errores.


Contrastes e igualdades


El agua es un lujo que unos desperdician mientras otros ansían; que abunda en unos lugares mientras que en otros escasea. Tal vez ahora que esos contrastes se dan en los mismos sitios en distintas épocas, tocando más de cerca a quien puede disfrutar del regalo de la Tierra, tomemos un poco de conciencia. 

Se habla de que las guerras del futuro serán por este recurso, yo soy de las que ve el vaso medio lleno (nunca mejor dicho) y espera que no tengamos que llegar a ese punto para cuidar el componente mayoritario de nuestro cuerpo, para cuidarnos a nosotros.

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