Se acaba el año y, como dice la canción, toca hacer balance de lo bueno y malo. En este caso permitidme que lo haga desde un punto de vista más subjetivo que lo que suelo hacer. Como dije en la entrada pasada, la información verídica hoy en día no abunda y prefiero contar mi forma de pensar, que es algo que sí conozco de verdad. Todas las opiniones que exprese, tanto en este post como en posteriores, están basadas en la información que poseo en el momento, y estoy abierta a otras opiniones o puntos de vista que puedan incluso hacerme cambiar el mío.
El tema del que nadie habla
Hoy he sabido que la que ha sido elegida palabra del año es microplásticos y, comentándolo con un amigo, me decía que no consideraba que debiera ser esa porque él no la había oído. Yo creo que precisamente por ese motivo es por el que está bien concedida esa consideración: hablamos de un problema grave de por sí, que va a más y que mucha gente ni siquiera conoce. Darle visibilidad a uno de los temas más perjudiciales para el medio ambiente y que más repercute de forma directa en las personas es necesario. Al respecto del hermano mayor del problema, los plásticos, es innegable que sí que ha aumentado la conciencia respecto a su uso y las leyes que regulan el mismo. En España, por ejemplo, hemos visto que finalmente se ha vuelto obligatorio cobrar las bolsas, mientras en otros países como Chile, se ha ido un paso más allá y se han prohibido todas las que estén fabricadas con este material. ¿Exageración? No lo creo. En el CONAMA 2018 pude escuchar a un ponente chileno hablar del aumento exagerado de la temperatura máxima alcanzada en Santiago en un espacio muy breve de tiempo. Allí han visto, tal vez más tarde de lo que hubiesen deseado, que los temas ambientales no son secundarios, ni cosa de ecologistas. Que hay zonas que sufren efectos más drásticos o más tempranos, pero todos terminaremos notando cambios importantes que condicionen la vida en cualquier lugar.
Como también escribí en el blog, un movimiento generalizado en muchos países ha sido también en avanzar en la lucha contra otros plásticos de un solo uso, como pajitas o bastoncillos. Los microplásticos son una rama más de este gran iceberg que National Geographic retrataba en su famosa portada en junio de este mismo año.
Los cambios drásticos
Aquí quería explicar mi forma de ver dos medidas que han dado mucho que hablar en nuestro país en 2018.
La primera, aunque está pendiente de la aprobación del borrador de la Ley para el Cambio Climático, ha ocupado ya unas cuantas páginas de periódicos y ha creado diferentes opiniones y sentimientos entre la sociedad española. Se trata de la intención del gobierno de prohibir la matriculación de coches que no utilicen energía 100% limpia a partir de 2040, y su circulación pasados 10 años. Esto en caso de llevarse a cabo supondría que en 2050 no habría ninguna emisión de vehículos que circulen por nuestras carreteras, lo cual mejoraría muy considerablemente la calidad del aire, especialmente en los grandes núcleos urbanos. ¿Es un escenario que, creo, todos desearíamos? Desde luego. ¿Es la forma de hacerlo? En mi opinión, no. Partiendo de que no soy ninguna experta ni mucho menos en el tema, el margen desde el cese de la matriculación hasta la prohibición de circular debería ser mayor: nadie se va a comprar un coche para que le dure diez años. En el caso de hacerse así, a partir de 2035 nadie compraría ya un coche de gasolina por la lógica duración que esperas de un bien en el que inviertes tanto dinero. Por lo tanto, para hacer ese margen mayor, o bien se adelanta el cese de la matriculación, o se atrasan las restricciones para circular. Lo ideal sería la primera opción, pero ahí es donde mi ignorancia me prohíbe hablar de si ese tiempo sería suficiente para reconvertir toda la industria del automóvil.
La segunda medida es ya un hecho: la sonada clausura de carriles que ha supuesto la iniciativa Madrid Central, del Ayuntamiento de Madrid. Esta transformación ha supuesto una reducción de carriles en la Gran Vía madrileña en pro de las aceras, y la restricción de circulación para todos los coches que no pertenezcan a residentes, invitados de éstos o servicios públicos. También tienen permiso los coches no contaminantes, mientras que algunos de los demás dependerán de la categoría que tengan.
La medida supone un evidente cambio en la circulación en el centro de la capital, y ha despertado tanto quejas como elogios. Yo personalmente me sumo al segundo grupo. Entiendo que para muchos negocios supone un cambio logístico importante, pero creo que será una medida que, una vez asentada, agradecerán todos los habitantes y usuarios del distrito. La menor circulación hará necesaria una mejora en la eficiencia del transporte público y, sobre todo, reducirá la contaminación en la ciudad. No es un mito, la 'boina' de Madrid es visible desde el idílico Templo de Debod, y basta un día para que el pelo se ensucie. Ese mismo aire es el que entra a los pulmones.
El tiempo lo dirá, pero también se echaban a las manos en su día los comerciantes por la ley antitabaco, y ahora creo que una gran mayoría hemos agradecido ese paso. Y respecto a eso, y sin hacer campaña a favor de nadie, mis respetos a Carmena porque está claro que es una decisión valiente y suficientemente efectiva como para que sea improbable, que no imposible, que se revierta en un futuro cambio de partido en el Ayuntamiento. Ciertamente estas medidas son impopulares en varios sectores y paulatinamente nunca se iban a conseguir, para alcanzar el objetivo que persiguen hacen falta saltos de más magnitud. Con esto sólo me queda desear, por el bien de todos, que sea el principio de una larga historia de Madrid Central.
Sensaciones nocheviejeñas
Creo que en el tema medioambiental hay dos sectores que siempre han existido: los que avanzan y los que retroceden. Por suerte, y aunque hemos noticias frustrantes este año, quiero pensar que los primeros cada vez son más y hacen más ruido. Ojalá de aquí en un año pueda decir que esta tendencia continúa.