Hace unos días un amigo me hacía llegar un enlace sobre una noticia relativa al eucalipto (Eucalyptus globulus) y su uso en explotaciones en distintos lugares del noroeste del país.
En él se habla de que administraciones regionales defienden esta especie y desoyen las peticiones y recomendaciones de algunos ayuntamientos y comités científicos acerca de declarar este árbol como una especie invasora.

No sé por dónde empezar a abordar este tema para que tenga sentido lo que quiero decir. Sabía que en el norte había mucho eucalipto, pero fui consciente del problema que crea hace ahora 3 años, mientras estudiaba el máster de conservación en Madrid. Allí coincidí con una compañera gallega que nos relató de primera mano lo que ocurre en la comunidad. Como dice en la noticia, se opta por esta especie porque a nivel de aprovechamiento tiene un crecimiento más rápido y, por lo tanto, mejor rendimiento. Pero la avaricia en mi opinión está rompiendo el saco.
Hace dos años fui a Portugal, y en los viajes en tren desde Oporto a Lisboa no veía más que pinos y eucaliptos. Me pareció curioso pensar en los terribles problemas de incendios que tienen en el país vecino, que son comparables a los que tenemos en España con Galicia, la comunidad que prácticamente todos los años sufre mayor devastación por los incendios forestales. Cierto que son casi todos provocados, pero las consecuencias no entienden del origen del fuego. El eucalipto es una especie pirófita, es decir, tiene mayor facilidad para crecer en zonas que han sido incendiadas y que tienen un sustrato condicionado por este fenómeno. Esto hace que, tras cada uno de esos numerosos fuegos forestales, el eucalipto gane territorio a otras especies autóctonas, creando un paisaje tan homogéneo como distinto al natural de la zona.

A lo que me lleva esto es a un punto que creo que es extrapolable a todos los conflictos con especies invasoras (teniendo en cuenta que el eucalipto no lo es, pero que creo que debería). Una falta de educación ambiental creo que es la que está detrás de este desprecio a las especies autóctonas. Lo externo nos resulta indudablemente atractivo por ser desconocido, pero hemos de desacostumbrar la vista a lo que tenemos alrededor para apreciarlo mucho mejor, por dos motivos:
Es lo que nos hace únicos: lo bonito de conservar las especies propias de cada sitio es encontrarnos un lugar diferente en los distintos puntos del planeta. Si lo homogeneizamos todo al final perdemos el carácter propio de cada lugar, a lo que se añade en el tema medio ambiental la fauna asociada a esos paisajes y esas especies de árboles y plantas. En un momento en el que la naturaleza soporta más presiones que nunca, los seres vivos se encuentran en una lucha a contrarreloj por adaptarse a los cambios de su propio entorno, por lo que intentar adaptarse directamente a un cambio de entorno al completo les pone mucho más cerca de perder la batalla. Vamos camino de perderlo: estamos en un momento de paradoja absoluta en el que se pide dinero para intentar salvar especies que están ya al límite y, en lugar de aprender de estos proyectos, seguimos cometiendo el error de menospreciar lo abundante, sin parar a pensar además, que es mucho menor el coste de mantener algo que el de recuperarlo y revertir una situación crítica. Con esto por supuesto no quiero decir que se dejen de lado los proyectos de recuperación, dado que los considero fundamentales. Pero creo que es absolutamente necesario invertir grandes esfuerzos en educación ambiental y en la construcción de un modelo de vida que no mejore nuestra calidad de vida a costa de degradar la de nuestro entorno.
Con esto llego a la reflexión final relativa a la educación ambiental. No puede ser una actividad optativa: la gente ha de estar informada de las consecuencias de adquirir, de forma legal o ilegal, especies exóticas tanto de plantas como de animales. Las consecuencias repercuten en todos, incluyendo incluso condiciones de trabajo malísimas para capturar ejemplares para el tráfico ilegal, pero muy especialmente en los individuos de dichas especies, que en muchas ocasiones terminan sacrificados por actos irresponsables del ser humano.
Se fomenta el consumo responsable de muchas cosas hoy en día, hagámoslo también con el consumo de seres vivos, y evolucionemos luego hasta cambiar ese consumo por convivencia. No es justo ni proporcionado el efecto que está teniendo una única especie de entre millones sobre todas las demás.